Está el contraste de emociones la magia de Mugaritz. Aunque parezca algo ya repetitivo el decirlo, es una experiencia única. A alguna gente le resulta bastante difícil admitir que ciertos platos de estrellas Michelín pueden no gustarte, o incluso admitir que son una verdadera castaña pilonga. También puede ser difícil admitir que nos puede gustar mucho una «simple» barbacoa. Y lo digo porque en este restaurante nos encontramos con sentimientos y percepciones enfrentadas, contradictorias…
Cuando algo agrada al mundo entero y no es postureo, es porque es bueno. Y ya está. Sin más historias. Pero parece que la labor del crítico y del «entendido» es denostar lo que gusta a la mayoría. Si lo gusta a la masa, al populacho, no será bueno, porque yo, entendido elitista, tengo que elevarme de los gustos de los simples mortales…
Pero yo, como soy políticamente incorrecto por naturaleza, digo lo que me sale de la punta de mi hortaliza, y no me caso con nadie, puedo asegurar y aseguro, que me gusta Mugaritz. Y no poco, sino mucho.
¿Vale la pena ir a Mugaritz?
Mugaritz es conocido por quienes se dejan llevar por la guía Michelín. Y esto no es ni bueno, ni malo. Lo que no puedes hacer es entrar pensando que por ser así es lo más fantástico del mundo mundial, ni todo lo contrario. Tienes que dejarte sorprender, porque vas a disfrutar de una de las formas de entender la cocina más interesantes de este siglo.
Lo bueno, lo mejor de Mugaritz es que no lo vas a poder comparar fácilmente con otros restaurantes. Si no te atreves a probar algo nuevo y diferente, mejor no entres.
Esta es mi opinión, pero nos cuentan más cosas en: Mugaritz, una experiencia gastronómica única que no deja indiferente