Calle Hartzenbusch, en el madrileño barrio de Chamberí. Fabio Gasparini nos trae a Venecia con sus ‘cicchetti’ y sus ‘pinsas’.
enero 2020
Lo latino atraviesa la carta. Fabio Gasparini concibe unas y presta las otras. En España lleva doce años transfiriendo el buen saber y sabor italiano por medio de los fogones. Lo ha hecho en las cocinas de la Embajada italiana en la villa de Madrid y en restaurantes como La Malaje y la tasca La Tía Feli.
En Venecia, un bacaro es una taberna. Y en Bacaro, la pasta hace de esqueleto. La carbonase originale, con yema de huevo, queso pecorino y guanchale, reina en la carta y la lasaña, casera, hace de su contendiente.
La carta contribuye a popularizar las pinsas, piscolabis de base ovalada, ligera y restallante, más digestible que las pizzas y con un pie en la focaccia, elaboradas con masa madre, harinas de arroz y trigo, aceite de oliva y una fermentación de hasta setenta y dos horas. Las pinsas de Gasparini son un puente cara el fin de semana.
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