Seguro que has oído hablar del vino dulce. Quizás hayas estado en una boda en la que el plato principal se acompañó con un vino seco. Pero, ¿sabrías decir cuál es la diferencia entre unos y otros? ¿Y entre estos y un vino semiseco? Puede que te resulte complejo de explicar y es que el vino es una de las bebidas más versátiles y complejas del mundo, tanto que la percepción del dulzor es uno de los aspectos que más influencia tiene en la experiencia del consumidor.
Más allá de preferencias personales, entender qué aporta el azúcar residual en el vino o cuáles son las diferencias entre vinos blancos dulces o tintos semi secos, te ayudará a disfrutar mejor del vino, encontrar el maridaje perfecto o descubrir nuevas variedades que antes estaban fuera de tu radar.
¿Qué distingue a un vino seco, semiseco o dulce?
La principal diferencia entre un vino seco, un vino semiseco y un vino dulce radica en la cantidad de azúcar residual en el vino. Este azúcar es el que queda en el mismo una vez que ha finalizado la fermentación y actúa como un equilibrante natural, determinando el nivel de dulzor que percibimos en cada sorbo.
En un vino seco, por ejemplo, casi todo el azúcar natural de la uva se convierte en alcohol por lo que, al no tener dulzor, todos los matices se aprecian con mayor claridad. Notas ácidas, minerales e incluso amargas suelen caracterizar a estos vinos que son ideales para quienes buscan complejidad, elegancia o un maridaje perfecto para comidas saladas, grasas o muy especiadas, ya sean en forma de carnes blancas, pescados o platos con salsas delicadas
El vino semiseco, por su parte, es una opción versátil y equilibrada. Conserva un poco más de azúcar residual en el vino, lo que se traduce en una opción más amable para el paladar de quienes no buscan ni la sequedad total ni un dulzor demasiado marcado.
En todo caso, es en el vino dulce donde el azúcar residual del vino del vino se hace más evidente. El mismo puede ser resultado de una vendimia tardía, pasificación, interrupción de la fermentación o incluso técnicas específicas como la botrytis o la congelación (en los vinos de hielo). ¿El resultado? Sabores intensos, golosos y persistentes, que son evidentes en muchos vinos blancos dulces, que combinan una viva acidez con un dulzor muy característico, como ocurre en los riesling alemanes o los sauternes franceses. Aunque también los vinos tintos dulces pueden sorprender en sobremesas, especialmente cuando se combinan con chocolates intensos o frutas negras.
Elegir un vino seco, un vino semi seco o un vino dulce no es una mera cuestión de etiquetas. La elección tiene que ver y mucho con decantarse por un sabor determinado, una sensación o un maridaje. Y no hace falta ser un experto para elegir bien, sólo saber qué esperar de cada tipo de vino y dejarse guiar por la experiencia y el disfrute.
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