Blue Run Glimmer es el bourbon futurista que rompe todas las reglas

¿Qué magia oculta Blue Run Glimmer en un bourbon con alma de gin? Blue Run Glimmer es el bourbon futurista que rompe todas las reglas

Estamos en pleno agosto, el aire huele a madera caliente y a hierba recién cortada, y yo me encuentro frente a una botella de Blue Run Glimmer, un bourbon de Kentucky que no se parece a nada que haya probado antes. No exagero: lo terminan en barricas de ginebra. Sí, ginebra. Esa travesura que parece herejía para los puristas del whiskey es, al mismo tiempo, un golpe de frescura que despierta la imaginación. El nombre, “Glimmer”, ya suena como un destello en la oscuridad, una chispa que invita a pensar que quizá los caminos más interesantes del whisky no se recorren siguiendo las rutas marcadas, sino saliéndose de ellas.

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Origen: Blue Run Glimmer Is A New Bourbon Finished In Gin Barrels

“Un bourbon con perfume de gin es como un vaquero que decide bailar ballet”.
Y, sin embargo, funciona.

El destello que nadie esperaba en Kentucky

Blue Run Spirits, con base en Georgetown, Kentucky, se ha empeñado en descolocar a quienes creen que todo está escrito en la historia del bourbon. Hace poco presentaron este micro-lote de apenas noventa cajas, con un precio de salida de 149,99 dólares la botella. Podría sonar a capricho caro, pero lo cierto es que la rareza del proceso lo justifica. Aquí no estamos hablando de otra botella más en la estantería; estamos ante la primera creación terminada de Shaylyn Gammon, la responsable de desarrollo de whiskey de la casa. Y vaya carta de presentación.

La fórmula es sencilla en apariencia: se trata de un Kentucky Straight Bourbon Whiskey de 103,2 proof (algo más de 51 % de alcohol), pero después de su crianza se le da un giro inesperado al meterlo en barricas que antes contuvieron Barr Hill Tom Cat Gin, una ginebra envejecida en roble americano durante siete a doce meses. Esas barricas, tostadas y carbonizadas, arrastran en sus vetas la memoria de enebro, miel y especias, y se la entregan al bourbon como un secreto compartido.

La alquimia de los aromas y el reto al paladar

Gammon lo explica con claridad: la mayoría de los acabados secundarios en whisky suelen subrayar las notas bajas, lo profundo, lo terroso. Ella buscaba lo contrario, darle vuelo a las notas medias y altas, a lo fresco, a lo inesperado. Y lo consiguió.

En nariz, Glimmer arranca con un perfume botánico delicado, casi etéreo, atravesado por un susurro de pino suave. En boca, la miel se mezcla con un picor de cardamomo y una línea de hierbas sutiles, como si alguien hubiera puesto un jardín entero a macerar en la copa. El final se construye en capas: tostado de barrica, caramelo oscuro, un eco de cacao. Es un viaje que empieza luminoso y termina en la penumbra, como una película bien contada.

“El bourbon es tradición, pero la tradición sin riesgo se convierte en polvo”.

Una botella que juega con la luz

Si la bebida sorprende, el envase no se queda atrás. La botella luce un efecto de vidrio iridiscente que cambia con la luz, diseñada para marcar la primera obra de Gammon en Blue Run. Como si fuera poco, lleva incrustada una mariposa violeta en relieve, el emblema de la casa, que en este caso parece más un guiño a lo efímero y lo precioso. La estética no es un detalle menor: el whisky también se bebe con los ojos, y aquí han apostado por un espectáculo visual a la altura del líquido que guarda dentro.

No es casualidad que lanzaran esta joya durante el mes nacional del bourbon. Y aunque la distribución es limitada, han habilitado un localizador en su web para cazar alguna botella perdida en tiendas selectas.

El desafío al canon del bourbon

Blue Run lleva tiempo experimentando con ediciones que parecen coleccionables: Flight Series III, Trifecta, Ember… pero con Glimmer han dado un paso aún más atrevido. No es solo un whisky terminado en un tipo distinto de barrica; es una declaración de intenciones. ¿Se puede tocar un clásico sin profanarlo? ¿Se puede reinventar el bourbon sin perder el alma de Kentucky? Ellos parecen convencidos de que sí.

En cierto modo, esta jugada conecta con una vieja paradoja: ¿qué es más fiel a la tradición, repetirla hasta la saciedad o arriesgarse a escribir un nuevo capítulo? Recordemos que, hace más de un siglo, el bourbon también fue un experimento rebelde frente a otras bebidas europeas. Quizá ahora esté viviendo su propio renacimiento.

La ironía de beber futuro en una copa de pasado

Hay algo deliciosamente irónico en beber un bourbon que huele a ginebra. La ginebra es la bebida de los botánicos, de lo efímero y lo fresco; el bourbon es el hijo de la paciencia, del roble, del maíz que madura bajo el sol. Ponerlos a convivir en una misma barrica es casi como juntar al campesino y al dandi en la misma mesa. Y sin embargo, la conversación fluye.

Recuerdo la primera vez que lo probé: esperaba un choque, un disparate. Lo que encontré fue un equilibrio juguetón, como si alguien hubiera afinado una guitarra con cuerdas de piano. No era ni bourbon disfrazado de gin ni gin disfrazado de bourbon, sino un tercer camino, una criatura mestiza con carácter propio.

Ecos de literatura y fuego

“El vino es poesía embotellada”, escribió Robert Louis Stevenson. Si viviera hoy, quizá se vería tentado de decir lo mismo del whisky. Porque, al final, lo que una botella como Glimmer nos recuerda es que detrás de cada sorbo hay una historia: la de un barril, la de un maestro mezclador, la de un riesgo asumido en nombre del sabor.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

En este caso, la verdad tiene forma líquida y se sirve en vasos bajos.

¿Destino de coleccionistas o aliado de coctelería?

La gran pregunta que me hago es si una botella como esta está condenada a dormir en vitrinas de coleccionistas o si encontrará su lugar en la barra, lista para mezclarse en un cóctel. Gammon, al menos, lo tiene claro: diseñó este acabado pensando en que se disfrutara tanto solo como en combinados. Imagino un Glimmer Negroni, donde la dulzura del bourbon dialogue con las hierbas del vermut y las sombras del Campari. O un simple Old Fashioned que, con este destello botánico, se convierta en algo completamente distinto.

El tiempo dirá si el público lo abraza como rareza pasajera o como puerta a un nuevo estilo de bourbon. Por ahora, quienes han logrado hacerse con una botella saben que tienen entre manos un destello irrepetible.

La mariposa sigue volando

Blue Run juega con un símbolo poderoso: la mariposa. Efímera, ligera, imprevisible. Así se sienten sus ediciones limitadas, como si cada lanzamiento fuera un aleteo que puede no repetirse. Glimmer es, quizá, el aleteo más excéntrico hasta ahora, y precisamente por eso merece la pena detenerse a escucharlo.

Me quedo con una idea: el futuro del bourbon no vendrá solo de imitar al pasado con devoción, sino de atreverse a contaminarlo con lo inesperado. En este caso, con un susurro de ginebra que se cuela en la copa y nos obliga a repensar lo que damos por sentado.

Y la pregunta queda en el aire, flotando como el eco de un brindis: ¿será Blue Run Glimmer un destello fugaz en la historia del bourbon, o estamos viendo nacer una nueva manera de entenderlo?

JOHNNY ZURI

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